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CUANDO DEJE DE ADAPTARME Y EMPECÉ A PEDIR

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Si hay una situación que recuerdo desde muy pequeña es aquella en que me preguntaban: ¿qué quieres? Y yo no lo sabía. No eran peguntas muy difíciles, de hecho yo veía como los demás niños tenían muy clara su respuesta. Daba igual que la pregunta se refiriera al sabor de un helado, el color  de una falda, mi plato de comida favorito o si quería quedarme a dormir en casa de una amiga. Me hice experta en leer qué era lo que querían los demás y contestaba para que ellos estuvieran contentos. Recuerdo perfectamente la situación en la que algún mayor me preguntaba y yo buscaba en mi interior la respuesta. No tenía ni una pista de donde encontrarla. Miraba fuera y veía que todo el mundo decidía y sabía lo que quería en muchas situaciones, incluso montaban unos berrinches tremendos si no lo conseguían. Yo no. Me conformaba. Aceptaba lo que me daban. Confiaba en que los demás sabían lo que era bueno para mi y yo me ADAPTABA. Asumía lo que recibía y procuraba buscarle la utilidad o el lado pos